Hay que reconocer las balas en el cieno,
y escuchar a la sangre
que murmura en las venas.
Hay que saber bañarse en las tumbas cercanas,
y dejar para siempre el amargo recuerdo
de unos labios ausentes.
Tengo que sumergirme en los charcos de angustia
y salir renovada,
agradeciendo el aire.
Sentir en plena cara los aullidos del miedo,
y encarar a la noche
con un doble silencio:
Uno, por ser metálica, inmune a sus venenos.
Otro, por encontrarme al borde del abismo.
Y saber arrojarme.
Y ahora cuento con eso:
Con toda la impalpable certeza de estar conmigo misma.
Definición de lo más abisal y frondoso de la sangre y nuestra existencia.
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